Logros y desafíos de América Latina frente al cambio climático

Por Fermin Koop.

Junto con la desigualdad y el consumo insostenible de los recursos naturales, el cambio climático es una de las amenazas más significativas que enfrenta América Latina. La región debe buscar una posición de liderazgo en adaptación y mitigación, a pesar de haber tenido poco que ver en la generación del problema. Los efectos ya son visibles. Desde Argentina a Perú, los patrones de precipitación están cambiando, las temperaturas están aumentando y algunas áreas están experimentando cambios en la frecuencia y severidad de los fenómenos meteorológicos extremos.

Sin acciones climáticas, el escenario sería desolador y de graves consecuencias. Un aumento de 4ºC de temperatura llevaría a olas de calor extremas, desaparición de los glaciares andinos, sequías en el Amazonas, huracanes frecuentes y poderosos y aumentos en el nivel del mar de hasta 1.4 metros, entre numerosos problemas. Es por ello que la acción es urgente y cada vez más necesaria. En su rol como la región más biodiversa del mundo, América Latina tiene una responsabilidad clave a nivel global. Debe trabajar para frenar la deforestación, evitar la tendencia a energías sucias, reducir la contaminación en las ciudades y buscar soluciones amigables con el clima.

Los compromisos climáticos nacionales, conocidos como Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC), deben y pueden ser mejorados para cumplir la meta del Acuerdo de Paris de limitar la suba de temperatura a 2ºC. La región debe incrementar su ambición y mejorar sus metas, las cuales en la mayoría de los casos son todavía insuficientes. El reciente compromiso de un grupo de más de 20 países, incluyendo a varios de la región, de revisar sus objetivos para liderar en materia climática va en esa dirección. Estrategias de largo plazo para descarbonizar la economía y nuevas formas de financiamiento deben ser evaluadas por toda América Latina.

La región ya ha dado pasos importantes en ese sentido y se ha caracterizado por ser un semillero de innovación. Planes de energías limpias, sistemas de transporte verde y programas de pagos por servicios ambientales y de conservación forestal ya son algo frecuente de ver en muchas ciudades y pueblos. Numerosos países han logrado prestigio y oportunidades de financiamiento en las energías limpias como el impuesto al carbono que introdujo de manera pionera Costa Rica y los planes nacionales de energía renovable de Argentina, Uruguay y Chile. A ello se suman los diversos planes de adaptación también implementados.

América Latina también está a la vanguardia en legislación para mitigar los efectos del cambio climático. México y Guatemala han sido los dos primeros países en contar con leyes específicas de cambio climático y otros se han recientemente sumado a la lista, como el caso de Perú. A pesar de estos logros, la región todavía tiene que enfrentar diversos retos y para ello necesita recursos. Para avanzar en el nivel de ambición, los países requieren apoyo para desarrollar las capacidades institucionales y técnicas necesarias para lograr sus compromisos de adaptación y mitigación.

América Latina no podrá avanzar en mejorar su acción climática ni en implementar acciones más profundas en materia de adaptación sin una mayor oferta de financiamiento y asistencia en la creación de capacidades. Los efectos ya visibles del cambio climático y la vulnerabilidad de la región hacen que sea urgente avanzar en esa dirección.

El apoyo de los países desarrollados y los organismos internacionales resulta clave en ese sentido. Los US$350 millones recientemente asignados a la región por el Fondo Verde del Clima van en la dirección correcta pero todavía no es suficiente. El objetivo del Acuerdo de París de movilizar US$100 mil millones anuales para 2020 tiene que ser solo el punto de partida. Es claro que los mayores emisores de gases de efecto invernadero a nivel global deben demostrar un liderazgo decisivo a la hora de evitar la suba de la temperatura y trabajar por el cambio climático.  América Latina no se debe quedar esperando a ver qué hacen los demás, sin olvidar las responsabilidades comunes pero diferenciadas ante el problema.

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